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No busquemos entender a Dios

Durante nuestro tiempo de vida, se nos presentan distintas situaciones que forman parte del camino de todo ser humano; alegrías y tristezas, risas y llanto, prosperidad y escasez, salud y enfermedad, amor y desamor. Son muchos los momentos que van formando nuestro carácter y personalidad. Sin embargo, siento que nadie está preparado para recibir la muerte de un ser querido o de un amigo muy cercano. Cuando la muerte toca una puerta cercana, llega a producir un dolor tan fuerte e impactante, que solo quien está viviendo el duelo, siente ese quebranto en su corazón.

Y en situaciones tan difíciles como ésta, surgen preguntas cómo: ¿Por qué Dios? ¿Por qué te llevaste a mi (hijo, papá, mamá, amigo)? ¿Ahora que haré sin el(ella)? Encarar la muerte frente a frente es algo muy doloroso pero que forma parte de nuestra vida humana. Para nosotros los cristianos, entendemos por fe de que ese no es el final de nuestra historia, sino apenas el inicio de una gran vida llena de aquello que tal vez poco sentimos en la tierra, paz, tranquilidad, sanidad, solidaridad, adoración, gozo, plenitud. Creemos que al morir, nos despojamos de nuestro cuerpo y vamos directamente a otro lugar llamado cielo, en donde estaremos con papito Dios, mamita María, santos y ángeles llenos de luz y vida.

Intentar entender como actúa Dios, es como querer dar algo a alguien sin tenerlo. No es posible saber como piensa Dios, porque sencillamente Dios es Dios. El apóstol Pablo nos regala unas palabras llenas de gran sabiduría y se refiere en este tema de la siguiente manera:

¡Que profundas son las riquezas de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus decisiones, ni llegar a comprender sus caminos. Pues, ¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá darle consejos? ¿Quién le ha dado algo antes, para que él tenga que devolvérselo? Romanos 11, 33-35

Bajo esta sabía afirmación de Pablo nos encontramos que Dios actúa como el quiere y en el momento que el quiere. Parece demasiado autoritario y feo, pero El jamás actuará para producirte dolor; aunque permita el dolor, siempre accionará para tu bien. Si sientes que El te ha abandonado, si te sientes solo(a), si piensas que todo lo que te sucede es malo, si nunca has sentido amor de parte de tus padres, o si eres de los que piensa que todo lo que haces te sale mal, debes interiorizar dentro de ti y encontrar tu problema, porque en este caso no es Dios quien te esta cerrando puertas, eres tu mismo quien se ha encerrado y ha creado un historia ficticia de autocompasión.

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El Dios en quien yo creo, es un Dios bondadoso, bueno, lleno de amor y misericordia. El nunca actuará en contra de sus hijos, todo lo contrario, el coloca ángeles en el camino que ayuden a cumplir el propósito para el cuál fuiste creado. Y como creyentes, no olvidemos que estamos en el deber de vivir una fe activa, sin vacilar. La fe sin acción es una fe muerta, y necesitamos creer más en nuestras propias capacidades para enfrentar las dificultades con tesón y valentía.

En situaciones de dificultad y dolor, no busquemos cuestionar a Dios; tampoco entender el por qué de sus decisiones; lo mejor que podemos hacer es aceptar con fe y obediencia sus designios en nuestra vida, para no llenarnos de resentimiento y dejar que Dios actúe como Dios. Dios representa la máxima autoridad del ser humano, por encima de gobiernos y reyes terrenales; sin su aprobación, nada ni nadie podría salir vencedor. Los hijos de Dios estamos llamados a vencer, porque somos hijos de un rey que nos hace príncipes y princesas de su reino; no debemos temerle a nada y mucho menos a la muerte.

Con caridad y humildad oremos unos por otros para que sea Dios quien tenga misericordia de nuestro pecados y reciba nuestra fe con agrado, porque aunque actuemos toda una vida desagradándole, arrepintiéndonos de corazón y no volviéndolos a cometer, estaremos encontrando un enorme puerta de felicidad que nos encamina hacia la vida eterna. Actuemos como verdaderos hijos de Dios, y pidámosle que nos ayude a permanecer en su rebaño con fe, alegría, esperanza y amor.

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John Sarmiento González

Marketing Consultor
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